Primer Premio del V Certamen de Microrrelatos convocado por la Asociación de Amigos de la Historia de Calahorra, concedido a Isabel Lizarraga
La Dama de Calahorra inspeccionó a los visitantes del Museo con ojos golosones.
Aquellos dos muchachos que la estaban observando parecían derretirse admirando su sedosa cabellera de mármol blanco y su nariz recta. «Pero no», pensó, «quizás mi cuello grueso y mi mentón robusto sirvan mejor para enamorar a las dos chavalitas de la entrada. Y es que… ¿soy una mujer o soy un hombre?». La Dama de Calahorra suspiró desechando la pregunta que los estudiosos ya se habían hecho unas cuantas veces. A ella, en realidad, le gustaban lo mismo los especímenes varones que las representantes femeninas.
“¡Oh, qué espanto!”, se alarmó, “¿Sería aquello homosexualidad, lesbianismo o poliamor?”
A la Dama de Calahorra le contrariaba el transcurso del tiempo: en la antigua Roma le había bastado con ser un joven efebo adorado por cualquiera de los sexos.