Anagnórisis
–Volveré, aunque solo sea para morir en tus orillas.
Benjamín de Tudela se inclinó hacia las aguas caudalosas del Nilo mientras recordaba esas otras del Ebro a su paso por su ciudad natal. La sombra de un dilema espantoso le sobresaltó. Aquella imagen que veía en el espejo del agua reflejaba a un viajero sudoroso, despeinado y harapiento, con aspecto de viejo. Benjamín sintió que un humor frío le recorría la espalda. ¿Era él, ciertamente, la misma persona? ¿Aquel barbudo del fondo era el mismo muchacho ilusionado que había partido de Tudela con la intención de conocer y comprender el mundo? La mirada oscura del viajero en el agua le amenazó desde el abismo con tragarse los recuerdos almibarados de su infancia, con extraviar en el olvido su experiencia de aventurero si proseguía su viaje. Debía cerrar ese círculo, decidió suspirando.
–Aunque solo sea para morir en tus orillas, volveré.